lunes, 9 de enero de 2012

MENSAJE DE LA SALETTE - 2da. Parte

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Lo que nos espera si no nos convertimos de corazón , estos mensajes son muy actuales a pesar que ya tienen mas de 1 siglo 

El Editor
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17.     Los gobernantes civiles tendrán todos un mismo designio,que será el abolir y hacer desaparecer todo principio religioso, para dar lugar al materialismo, al ateísmo, al espiritismo y a toda clase de vicios.

18.     En el año 1865 se verá la abominación en los lugares santos; en los conventos, las flores de la Iglesia estarán corrompidas y el demonio se erigirá en rey de los corazones.  Que los que se hallan a la cabeza de las comunidades religiosas presten atención a las personas que deben recibir, porque el demonio empleará toda su malicia para introducir en las órdenes religiosas a personas entregadas al pecado, y los desórdenes y la pasión por los placeres carnales serán difundidos por toda la tierra.

19.     Francia, Italia, España e Inglaterra estarán en guerra; la sangre correrá por las calles; el francés luchará contra el francés, el italiano contra el italiano; a continuación habrá una guerra general que será espantosa.  Por un tiempo, Dios se olvidará de Francia y de Italia, porque el Evangelio de Jesucristo no es ya conocido.  Los malvados desplegarán toda su malicia; hasta en las casas habrá muertes y matanzas mutuas.  

20.     Al primer golpe de su espada mortífera, las montañas y la tierra toda se estremecerán de espanto, porque los desórdenes y los crímenes de los hombres traspasan  la bóveda de los cielos.  París será incendiado y Marsella engullida; muchas grandes ciudades serán sacudidas y sepultadas por terremotos; se creerá que todo está perdido; no se verá más que homicidios; no se oirá más que rumor de armas y de blasfemias.  Los justos sufrirán muchos; sus oraciones, su penitencia y sus lágrimas subirán hasta el Cielo, y todo el pueblo de Dios pedirá perdón y misericordia y buscará mi ayuda y mi intercesión.  Entonces, por un acto de su justicia y de su misericordia infinita para con los justos, Jesucristo ordenará a sus ángeles que den muerte a todos sus enemigos.  De pronto, los perseguidores de la Iglesia de Jesucristo y todos los pecadores perecerán, y la tierra quedará como un desierto.  Entonces se hará la paz, la reconciliación de Dios con los hombres; Jesucristo será servido, adorado y glorificado; en todas partes florecerá la caridad.  Los nuevos reyes serán el brazo derecho de la Santa Iglesia que, a su vez, será fuerte, humilde, piadosa, pobre, solícita e imitadora de las virtudes de Jesucristo.   El Evangelio será predicado en todas partes y los progresos de la fe serán grandes, porque habrá unidad entre los obreros de Jesucristo y porque los hombres vivirán en el temor de Dios.

21.     Esta paz entre los hombres no será larga; veinticinco años de abundantes cosechas les harán olvidar que los pecados son la causa de todas las penas que caen sobre la tierra.

22.     Un precursor del anticristo, con sus tropas de muchas naciones combatirá contra el verdadero Cristo, el único Salvador del mundo; derramará mucha sangre y querrá destruir el culto de Dios para hacerse contemplar como un Dios.   

23.     La tierra será azotada por toda clase de plagas (“aparte de la peste y el hambre que serán generales”); habrá guerras hasta la definitiva, que entonces será hecha por los diez reyes del anticristo, todos los cuales tendrán un mismo propósito y serán los únicos que gobernarán el mundo,   Antes que esto ocurra, habrá una especie de falsa paz en el mundo; no se pensará más que en diversiones; los malos se entregarán a toda suerte de pecados; pero los hijos de la Santa Iglesia, los hijos de la fe, mis verdaderos imitadores, crecerán en el amor de Dios y en las virtudes que me son más queridas.  ¡Dichosas las almas humildes conducidas por el Espíritu Santo!  Yo combatiré con ellos hasta que lleguen a la plenitud de la edad.

24.     La naturaleza clama venganza contra los hombres y se estremece de espanto a la espera de lo que debe ocurrir en la tierra manchada de crímenes.

25.     Temblad, tierra, y vosotros, que hacéis profesión de servir a Jesucristo y que íntimamente os adoráis a vosotros mismos, temblad, pues el Señor va a entregaros en manos de su enemigo, porque los lugares santos serán corrompidos y muchos conventos ya no son casa de Dios, sino establos de Asmodeo y los suyos.

26. Será en esa época que nacerá el anticristo, de una religiosa hebrea, de una falsa virgen que tendrá trato con la vieja serpiente, señora de la impureza; su padre será obispo; al nacer vomitará blasfemias y tendrá dientes; en una palabra, será el diablo encarnado; lanzará gritos horripilantes, hará prodigios, sólo se nutrirá de impurezas.  Tendrá hermanos que, aunque no sean como él, demonios encarnados, serán hijos del mal; a los doce años se harán admirar por las valientes victorias que obtendrán; muy pronto cada uno de ellos estará a la cabeza de los ejércitos, asistidos por legiones del infierno.

27. Las estaciones serán alteradas, la tierra no producirá más que malos frutos; los astros perderán el ritmo de sus movimientos y la luna sólo reflejará una claridad rojiza; el agua y el fuego darán al globo terráqueo movimientos convulsivos y horribles temblores, que harán desaparecer montañas, ciudades, etc.

28. Roma perderá la fe y se convertirá en sede del anticristo.

29. Los demonios del aire y el anticristo harán grandes prodigios sobre la tierra y en los aires, y los hombres serán más perversos cada día.  Dios cuidará de sus fieles servidores y de los hombres de buena voluntad; el Evangelio será predicado por todas partes: todos los pueblos y todas las naciones tendrán conocimiento de la verdad.

30. Yo dirijo un llamado urgente a la tierra; yo llamo a los verdaderos discípulos del Dios vivo y reinante en los cielos; llamo a los verdaderos imitadores de Cristo hecho hombre, el único y verdadero Salvador de los hombres; llamo a mis hijos, a mis verdaderos devotos, a los que se han dado a mí para que yo los lleve a mi Divino Hijo, a los que llevo, por así decir, en mis brazos, a los que han vivido en mi espíritu; en fin, llamo a los Apóstoles de los últimos tiempos, a los fieles discípulos de Jesucristo, a los que han vivido, con desprecio del mundo y de sí mismos, en la pobreza y en la humildad, en el desdén y en el silencio, en la oración y en la mortificación, en la castidad y en la unión con Dios, en el sufrimiento y desconocidos del mundo.  Es tiempo ya que ellos salgan y vengan a iluminar la tierra. Id y mostraos como mis amados hijos; yo estoy con vosotros y en vosotros, siempre que la fe sea la luz que os ilumine en los días de infortunio.  Que vuestro celo os haga como hambrientos de la gloria y el honor de Jesucristo.   Combatid,  hijos de la luz, porque he aquí el tiempo de los tiempos, el fin de los fines.

31. La Iglesia será eclipsada, el mundo estará consternado.  Pero ahí estarán Enoch y Elías, plenos del Espíritu Santo; ellos predicarán con la fuerza de Dios, y los hombres de buena voluntad creerán en Dios, y muchas almas serán consoladas; ellos harán grandes progresos por la virtud del Espíritu Santo y condenarán los errores diabólicos del anticristo.

32. ¡Desdichados los habitantes de la tierra!  Habrá guerras sangrientas y miserias; pestes y enfermedades contagiosas; habrá espantosa granizada de animales; truenos que sacudirán las ciudades; terremotos que sepultarán países.  Se escucharán voces en los aires; los hombres golpearán sus cabezas contra las murallas; invocarán la muerte, y ésta, por su parte, será su tormento;  la sangre correrá por todas partes.  ¿Quién podrá vencer si Dios no abrevia el tiempo de la prueba?  Dios terminará por acceder, ante la sangre, las lágrimas y las súplicas de los justos; Enoch y Elías serán condenados a muerte; Roma pagana desaparecerá; el fuego celeste caerá y consumirá tres ciudades; todo el universo será presa del terror, y muchos se dejarán seducir, porque no han adorado al verdadero Cristo que vive entre ellos.  Es el momento; el sol se oscurece; sólo la fe subsistirá.

33. Ha llegado la hora; el abismo se abre.  He aquí el rey de los reyes de las tinieblas.  He ahí la bestia con sus vasallos diciéndose el salvador del mundo.  Se remontará soberbio por los aires, para llegar al cielo; será ahogado por el aliento de San Miguel Arcángel.  Se precipitará, y la tierra, que habrá estado tres días en evoluciones, abrirá su seno en llamas; será sumido para siempre, con los suyos, en los abismos eternos del infierno.  Entonces, el agua y el fuego purificarán a la tierra y consumirán todas las obras del orgullo de los hombres, y todo será renovado: Dios estará servido y glorificado.

           Recordemos que mientras hablaba, “la Bella Señora” no cesó de llorar y continuó así hasta que Melania la contempló por última vez.  Maximino, que no vio el rostro de la Virgen, sino sólo una luz maravillosa, a nadie que se sepa, salvo al Papa Pío IX, transmitió el secreto recibido; excepto, tal vez, algo relativo al Cardenal de París, dramático mensaje que relataremos al final.  El Santo Padre conoció ambos “secretos”, sellados por el obispo de Grenoble, en 1851.  A continuación del secreto escuchado por Melania, a la niña le fue dictada por parte de Nuestra Señora la Regla de una Nueva Orden Religiosa, Orden de los “Apóstoles de los últimos Tiempos”, fundación profetizada por San Luis Grignión de Montfort ya en el siglo XVII.  Años más tarde, después de ciertas dificultades, León XIII ordenó formalmente a Monseñor Fava, nuevo obispo entonces de Grenoble (1878), “adoptar la Regla dada por la Santísima Virgen a Melania, para hacerla observar por los Religiosos y las Religiosas que viven en la Montaña de La Salette”.  Melania, recibida al día siguiente  en audiencia privada, escuchó del Santo Padre el mismo encargo.  “Irás a la Montaña con la Regla que te ha dado la Santísima Virgen.  La harás observar por los Religiosos y las Religiosas”.  Sin embargo, a pesar de tan clara orden, se impidió a Melania cumplir el mandato recibido.

           Continuemos con el relato de la pastora :

           “Luego de haberme dado la Regla de esta nueva Orden Religiosa, la Santa Virgen prosiguió de esta manera, a continua- ción del Discurso” :
           Si ellos se convirtieran, las piedras y las rocas se trocarán en trigo, y las patatas se hallarán diseminadas por las tierras.
           ¿Hacéis bien vuestra oración, hijos míos?
           “Los dos contestamos :
           -¡Oh, no, Señora! No muy bien”.
           ¡Ah hijos míos!.  Es necesario rezar bien, por la noche y por la mañana.  Cuando no podáis hacerlo mejor, decid un Pater y un Avemaría; y cuando tengáis tiempo y podáis rezar mejor, los recitaréis más a menudo.
          Pocas son las mujeres de cierta edad que van a Misa; los otros trabajan durante todo el estío en día Domingo, y en el invierno cuando no saben qué hacer, sólo van a Misa para mofarse de la Religión.  Durante la Cuaresma, van tras la carne como perros.
           ¿No habéis visto el trigo dañado, hijos míos?
           “Respondimos ambos : -¡Oh, no, Señora!”.
           La Santa Virgen, dirigiéndose a Maximino :
           Pero tú, hijo mío, alguna vez debes haberlo visto en el Coin (*) con tu padre.  El hombre de la pieza dijo a tu padre : Venga usted a ver cómo se echa a perder mi trigo.  Vosotros fuisteis a ver.  Tu padre tomó dos o tres espigas en la mano, restrególas, y se convirtieron en polvo.  Después, cuando os volváis, hallándoos a media hora solamente de Corps, tu padre te dio un pedazo de pan, diciéndote : Toma, hijo, come este año, porque si el trigo se pierde de esa manera, no sé quien comerá el año venidero.
           “Maximino respondió : -Cierto es, Señora, yo no lo recordaba.
           “La  Santísima Virgen terminó su discurso en francés :”.
           ¡Y bien , hijos míos! Lo haréis conocer de todo mi pueblo.
           Melania continúa su relato :
           “La Bellísima Señora atravesó el arroyo; y a dos pasos de éste, sin volverse hacia, que la seguíamos (porque atraía por su resplandor pero aún más por su bondad, que me embriagaba y parecía fundir mi corazón), nos repitió :
           ¡Bueno, hijos míos!  Lo haréis conocer de todo mi pueblo.
           “Luego siguió andando hasta el sitio donde yo subiera para ver dónde estaban las vacas que guardábamos.  Sus pies no tocaban más que el extremo de la hierba, sin doblarla.  Llegada al montículo, la Bella Señora se detuvo, y al momento me puse delante de ella, para mirarla bien y tratar de saber hacia qué lado se encaminaría; porque tal era ya mi caso, yo me había olvidado de mis vacas y de los amos en cuya casa prestaba servicio; habíame apegado para siempre e incondicionalmente a Mi Señora; sí, yo quería no dejarla nunca más; la seguí de buena fe, dispuesta a servirla mientras yo viviera.
           “Con Mi Señora, yo creía haber olvidado el paraíso, no tenía más pensamiento que el de servirla en todo; y creía que hubiera podido hacer todo lo que ella dijera, pues me parecía que Ella tenía mucho poder.  Me miró con una tierna bondad, que me atrajo a Ella, yo habría querido, con los ojos cerrados, precipitarme en sus brazos.  No me dio tiempo para hacerlo.  Elevóse insensiblemente hasta una altura superior al metro, y quedando por un brevísimo instante suspendida en el aire, Mi Bella Señora miró al Cielo, después la tierra, de derecha a izquierda, para fijar luego en mí sus ojos tan dulces, tan amables y bondadosos, que parecíame como si me atrajera a su interior y como si mi corazón se abriera al suyo.

           “Y mientras mi corazón se dilataba dulcemente, la bella imagen de Mi Bella Señora desaparecía poco a poco: me pareció que la luz en movimiento se multiplicaba o que se condensaba en torno a la Santísima Virgen para impedirme que siguiera viéndola.  De esta manera, la luz iba sustituyendo partes de su imagen, que desaparecía ante mis ojos; o bien, parecíame que el cuerpo de Mi Señora se cambiaba, se fundía en luz.  Así, la luz, en forma de globo, se elevó dulcemente en ascensión recta”.

           Maximino, testigo de la maravilla, años más tarde escribió respecto a este instante : “Nosotros no vimos más que un globo de fuego que se elevaba y penetraba en el firmamento.  En nuestro ingenuo lenguaje, hemos llamado segundo sol a este globo.  Mucho tiempo estuvieron fijas nuestras miradas en el punto donde desapareciera el globo.  No puedo describir aquí el éxtasis en que nos hallábamos.  No hablo más que de mí; muy bien sé que mi ser estaba anonadado, y que todo el sistema orgánico estaba detenido en mi persona.  Cuando nos hubimos recobrado, Melania y yo nos miramos sin poder articular una palabra, ora elevando los ojos al cielo, ora llevándolos a nuestros pies o en torno a nosotros, ora interrogando con la mirada todo cuánto nos rodeaba.  Parecíamos buscar el personaje resplandeciente que yo no he vuelto a ver”.

           Volvamos al sencillo testimonio de Melania.

           “Yo no puedo decir si el volumen de luz disminuía a medida que se elevaba, o si era el alejamiento lo que hacía que la viera disminuir a medida que ascendía; lo que sé es que permanecí con la cabeza levantada y los ojos fijos en la luz que se alejaba siempre y que, disminuyendo de volumen, terminó por desaparecer.

           “Quitados al fin mis ojos del firmamento, miro en torno de mí y veo a Maximino que me observa, y le digo : Maximino, debe ser el buen Dios de mi padre, o la Santa Virgen, o alguna gran santa.  Y Maximino levantando su mano, exclamó :
-¡Oh! ¡Si lo hubiera sabido”.

           “La noche del 19 de setiembre nos retiramos un poco más temprano.  Llegada a casa de mis amos, me ocupé de atar las vacas y poner en orden todo el establo.  No había terminado de hacerlo, cuando mi señora vino llorando y me dijo : ¿Por qué, hija mía, no me has dicho lo que te había ocurrido en la montaña? (Maximino, que no había hallado aún a sus amos, que estaban trabajando todavía, había ido a casa de los míos, refiriendo todo lo que había visto y oído).  Yo le respondí : Quisiera terminar mi trabajo antes de decirle lo que pasó.  Un momento después fui hasta la casa, y mi señora me dijo : Cuenta todo lo que has visto; el pastor de Bruite (tal era el apodo de Pedro Selme, amo de Maximino) me ha contado todo.

           “Empecé a hablar, y al mediar el relato, llegaron los amos; y mi señora, que lloraba al escuchar las quejas de nuestra tierna Madre, dijo :

           “-¡Ah! Vosotros queréis ir mañana a recoger el trigo; guardaos bien de hacerlo; venid a oír lo que le ha ocurrido hoy a esta niña y al pastor de Selme-.  Y volviéndose hacia mí me dijo : Repite todo lo que me has dicho.  Repetí entonces mi relato; cuando hube terminado, dijo mi amo : Se trata de la Santa Virgen o bien de una gran santa, que ha venido en nombre de Dios, que es como si hubiera venido Él mismo, debe hacerse todo lo que esa Santa ha dicho.  ¿Cómo has de hacer para decir esto a todo su pueblo?  Yo le respondí : Dígame usted cómo debo hacer, y yo lo haré.  De inmediato, mirando a su madre, a su esposa y a su hermano, él dijo : Es necesario pensarlo,.  Luego, cada uno se fue a sus quehaceres.

           “Pasada la cena, Maximino y sus amos vinieron a casa de los míos para referir lo que aquél les había contado y para saber qué habría de hacerse : Pues dijeron, nos parece que es la Santa Virgen enviada por el buen Dios; las palabras de Ella lo hacen suponer.  Y Ella les ha ordenado difundirlas por todo su pueblo; será acaso menester que estos niños recorran el mundo entero para hacer saber que todo el mundo debe observar los mandamientos del buen Dios: o de lo contrario, grandes males caerán sobre nosotros.

           “Luego de un momento de silencio, mi amo dijo, dirigiéndose a Maximino y a mí : ¿Sabéis lo que debéis hacer, hijos míos?  Mañana os levantaréis temprano e iréis juntos a casa del señor Cura a decirle todo lo que habéis visto y oído; contadle bien cómo ha ocurrido todo, y él os indicará lo que habréis de hacer.

           “El 20 de setiembre, día siguiente al de la Aparición, salí muy temprano con Maximino.  Llegados a la Curia, llamé a la puerta, la criada del cura vino a abrirnos, preguntándonos que queríamos.  Yo le dije (en francés, a pesar de no haberlo hablado nunca) :

           “- Desearíamos hablar con el señor cura. - ¿Y que queréis decirle?, nos preguntó ella.  Queremos decirle, señorita que ayer fuimos a apacentar nuestras vacas en la montaña de Baisses, y después de haber comido…etc., etc.  Le contamos una parte del discurso de la Santísima Virgen.  Entonces sonó la campana de la Iglesia; era el último toque de la Misa.  El señor abate Perrin, cura de La Salette, que nos había oído, abrió ruidosamente la puerta.  Lloraba, se golpeaba el pecho; nos dijo : ¡Hijos míos, estamos perdidos! ¡Dios va a castigarnos! ¡Ah, Dios mío! ¡Se os ha aparecido la Santa Virgen!  Y se fue a celebrar la Santa Misa.  Nos miramos con Maximino y la criada; luego Maximino me dijo : Yo me voy a Corps, a casa de mis padres.  Y nos separamos.

           “No habiendo recibido orden de mis amos de retirarme inmediatamente después de haber hablado al señor cura, creí no hacer mal alguno asistiendo a Misa.  Fui, pues, a la Iglesia.  En el primer Evangelio, terminado éste, el señor cura se volvió hacia los asistentes y trató de narrarles la aparición del día anterior, en una de sus Montañas, y les exhortó a no trabajar más en domingo; su voz estaba entrecortada por los sollozos, y  la emoción invadió a todos.  Después de la Santa Misa, me retiré a casa de mis amos.
          
           “Allí, el señor Peytard, que hasta el presente es alcalde de La Salette, vino a interrogarme sobre la Aparición; y luego de haber desentrañado la verdad de cuanto le dije, retiróse convencido.

           “Hasta el día de Todos los Santos permanecí en casa de mis amos, y a su servicio.    Después se me pensionó en las religiosas de la Providencia, en mi pueblo, Corps”.

           La noticia se extendió por toda la comarca, luego por Francia y más allá de las fronteras.

           Cinco años más tarde, el 19 de setiembre de 1851, se pronuncia el juicio de la Iglesia : “Nosotros juzgamos que la aparición de la Santa Virgen a dos pastores, el 19 de setiembre de 1846, sobre una montaña de la cadena de Los Alpes, situada en la Parroquia de La Salette, del arciprestazgo de Corps, lleva en sí misma todos los caracteres de la verdad y que los fieles están autorizados a creerla sin dudas  “y con seguridad”.

           Más tarde, cuando Melania dio a conocer el “secreto” públicamente y en la fecha mandada por Nuestra Señora, se produjo revuelo en Francia.

           Ambos niños fueron perseguidos hasta  su muerte.  Sufrieron congojas que han sido signo y sello de todos los videntes hasta nuestros días,  asediados por la maldad demoníaca que tanto perturba a los hombres al punto que San Pedro dice : “vuestro adversario el diablo, como león rugiente, anda alrededor buscando a quien devorar” (1Pedro 5, 8).

           Este acosamiento se hace más incansable con los que caminan por la santidad y se vuelve desesperado contra los que llevan el sello de la Mamá del Cielo.

           Melania debió viajar por Francia, sufrir destierros a Inglaterra e Italia, donde entregó su alma al Rey de Reyes con los estigmas de la pasión en sus manos, el año 1904.

           Maximino, entre muchos otros azares dolorosos, debió visitar al Cardenal de París, Monseñor Georges Darboy, famoso entre otras cosas por haberse pronunciado durante el Concilio Vaticano I, contra la oportunidad de la definición de la infalibilidad pontificia.   Quería verlo el Cardenal, pero ya se sabía cuán adverso se había manifestado al secreto de Melania difundido por orden de la Virgen hacía ya diez años, el mismo año de la Aparición de Lourdes.  Violento estaba el hombre, y “habló en un tono como para escandalizar a su interlocutor…acusando a la Santa Virgen de exagerar las consideraciones que se deben al Papado y de no haber hecho más que profecías al azar.  ¡También yo podría hacer profecías de esa clase!, atrevióse a decir ese arzobispo.  Y por fin, exasperándose hasta la blasfemia : En suma ¿qué es un discurso como el de vuestra pretendida Bella Señora?  Es tan poco francés como falto de sentido común… Es un estúpido discurso.  Y el Secreto no puede ser mejor… ¡No; yo, arzobispo de París, no puedo autorizar una devoción semejante”.

           “Maximino, humillado por ese príncipe de la Iglesia, que a tal punto perdía la cabeza en su presencia, quiso que Nuestra Señora de La Salette tuviera la última palabra. “Monseñor”, respondió con firmeza, “tan cierto es que la Santa Virgen se me apareció en La Salette, y que me habló, como exacto que en 1871 vos seréis fusilado por la turba”.  Asegúrase que tres años más tarde, en La Roquette, el prelado, prisionero, respondió a los que trataban de salvarlo : Será inútil; Maximino me ha dicho que yo sería fusilado”.

           Cuarenta años antes la misma Madre del Cielo le había revelado a Santa Catalina Labouré, con lágrimas en los ojos : … Habrá muchas víctimas en el clero de París.  El señor arzobispo morirá.

           El extracto del encuentro entre Maximino y Monseñor Darboy está sacado de la gran obra de León Bloy,  La que Llora   (Nuestra Señora de La Salette).  Este testigo de Dios, había nacido el año de la Aparición de La Salette.  Fue confidente de Melania y publicó su obra en 1907, año en que en un pequeñísimo pueblo de Portugal, Fátima, nacía Lucía de Jesús, vidente de la Mamá del Cielo que aún vive para dar testimonio de la Mujer Vestida de Sol.

           Cien años después de la Aparición, Pio XII se une “…a la celebración secular de aquella bendita tarde del 19 de setiembre de 1846, cuando Nuestra Señora, como se nos refiere, vino para conminar a sus hijos”.


* Coin es cierta área próxima a Corps.


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